Cuando yo tenía catorce años, no quería crecer más. No quería seguir cumpliendo años y mucho menos quería llegar a la mayoría de edad. Me asustaba, no me da miedo crecer... Me daba miedo dejar de lado mi personalidad que claramente nunca ha encajado en la edad que he estado viviendo. Mi papá me dijo que eso estaba bien porque siempre iba a ser tan fresca como las personas dos años o tres más jóvenes que yo, porque mi mentalidad esta un poco atrasada pero adelantada, es que soy extraña. Mi forma de pensar, desde pequeña, no era normal y no es por echarme flores que eso en realidad no es de mi agrado. Es solo que siempre pensé en el dinero y en los problemas en la casa, y me daba cuenta cuando mis padres no podían cumplir con una promesa y el porque de esa falla. Nunca fui de quejarme por eso, porque entendía que no era tan fácil como yo pensaba.
En fin, siempre tuve miedo de perder eso que me hace especial, cuando creciera. Siempre quise irme a Nunca Jamás, incluso si eso suponía la muerte, solo para no perder esa chispa. Pero estaba mal. Digo, si sabía que Peter Pan estaba muerto y que por eso estaba en Nunca Jamás, pero... No quería morir. Creo que siempre he preferido lanzarme a lo desconocido antes que aceptar que me rindo o que me asusta demasiado continuar. El punto, porque me pierdo mucho en mis divagaciones. Es que estaba equivocada. No en todos los casos lo pierdes. Porque viendo de atrás hacia adelante, he madurado muchísimo en siete años, pero no he cambiado mi mentalidad o mi forma inocente de ver algunas cosas. Simplemente he detectado en que ambiente puedo ser cuidadosa y en cual tengo que fingir que sé aunque no tengo idea de que estén hablando.
Hay muchos temas de los que aun no puedo hablar, temas que aun me dan mucho miedo. Casi tanto que cuando estaba en la secundaria. Y también hay cosas, más cosas de las que puedo hablar. Antes era muy tímida y retraída, no me gustaba hablar y tampoco estar en situaciones incómodas, cambié eso principalmente porque DETESTABA que la gente me pasará por encima. Sufrí mucho bullying a lo largo de mi vida, verbal, principalmente. Y hubo un punto en el que me estrese hasta de mi propio desanimo. No me gusta ser así, de verdad, no me gusta. Entonces, decidí que iba a ser diferente. Mi principal lema era que no necesito de otros, que puedo sola. Desgraciadamente fue reactivo, no proactivo así que no llegué a mucho con esa decisión, simplemente endurecerme para que los demás no me lastimarán.
Cuando comencé a abrirme de nuevo, porque soy una persona que entrega confianza casi de inmediato, no me gusta sentirme hecha de lado o simplemente no me gusta que las personas malinterpreten mi forma de ser... Entonces, cuando comencé a abrirme de nuevo, comencé a sufrir también. No es que me asuste, es la ley de la vida, o la del yin-yang. Por todo lo bueno hay algo malo y por todo lo malo hay algo bueno. No se puede vivir sin sufrir, eso es lo que yo pienso. Entonces, si estoy dispuesta a reír por alguien también lo estoy para llorar por alguien y no me tiembla. No me asusta que me hagan sufrir, duele, si, pero al final la vista que se obtiene tras tanto esfuerzo, es impresionante. Me gusta ese tipo de cosas, sé que las personas en general no me entienden y se preguntan como puedo aceptar tan abiertamente que alguien me lastime. No importa, no es de mi importancia si lo entienden, solo a mi no me importa sufrir. He vivido con eso toda mi vida y al final, solo me ha ayudado a volverme más fuerte. No tienen que entenderlo, solo respetarlo.
¿Me volví a perder? No me sorprende, me pasa mucho. Mucho. Enserio. Me gusta la canción de "Yo soy tu amigo fiel", aunque eso es random, solo porque estoy escribiendo mientras cantó esa canción. Bueno, el punto es... No tengas miedo de crecer o de sufrir... Si tienes miedo te vas a estar privando constantemente de muchas cosas que podrían hacerte mejorar o entorpecer, pero hay que ser positivos. Porque leí mucho sobre el pensamiento del sombrero amarillo y solo refuerza mi positivismo extremo.
